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domingo, 27 de febrero de 2011

Historia de una sombrilla


Era domingo en la noche, la luz de las lámparas hacia que el agua que dejaban caer las nubes tomaran un brillo luminoso en su trayecto, esa misma luz alumbraba el paso apresurado de una sombrilla de color negro con fondo plateado  y algo desgastada por el uso,  que era sujetada con fuerza entre las manos de una joven atormentada por el soplido del viento en medio de la tempestad, la joven luchaba para no perderla y quedar expuesta a la lluvia implacable cuyas gotas bailaban en el pavimento.  

Por fin, llego a su destino, buscó las llaves para abrir la puerta, sacudió la sombrilla, se secó un poca la cara y el cabello mojado,  y entró al anhelado calor de su hogar; una vez adentro subió a su alcoba, soltó su sombrilla, se quitó los zapatos y las medias empapadas por el agua, se tendió cansada sobre la cama y entró casi de inmediato en el mundo de los sueños.

La sombrilla aun escurriendo un poco fue formando un pequeño charquito a los pies de la cama, un grillo que deambulaba por la ventana que la chica no se percato en cerrar, divisó el charquito y decidió entrar al cuarto en busca de abrigo; el grillo bebió un sorbo de agua y se posó después sobre un cuadro que contenía un par de mariposas disecadas, recuerdo de un feliz viaje.

Mientras tanto afuera, el agua seguía azotando los techos de las casas y rodado por las calles en su afán de correr por la única vía que el humano le ha dejada para volver de nuevo a ser parte de las fuentes hídricas: el alcantarillado, paso obligatorio para aquellas gotas a las que les tocó caer en una urbe.

Si, ese lugar oculto a los ojos de la mayoría, que es desde luego otro mundo bien constituido donde algunos seres vivos se aprovechan de lo suculentos nutrientes y minerales transportados por el preciado líquido y que además visitan de vez en cuando el mundo de arriba en busca de un lugar mas cálido.  

Parece que esa noche tormentosa el grillo no era el único viviente que buscaba refugio, los bigotes intranquilos de un intrépido roedor asomaron por debajo de la puerta de la habitación, entró sigilosamente  y se acercó a la sombrilla corriéndola uno paso por debajo de la cama, el movimiento repentino  espantó al grillo que terminó huyendo por la ventana a una ramas cercanas, el roedor por su parte, se encontró con un paquete destapado de papitas fritas que habían quedado ocultas debajo de uno de esos calcetines húmedos, entonces los corrió un poco acercándolos al bolso y huyó dichoso con su botín sin dejar rastro.

Empieza a llegar la mañana y con ella se amansa  la lluvia convertida ya casi en el delicado roció que reviste a las flores con elegancia y que además reverdece las plantas, en pocas horas el sol empezará a secar el rastro de la noche llevándose consigo la frescura del agua a otras partes, quizá a un río, al cuerpo de un niño sediento de otra latitud donde sea más valorada o a la boca de algún crustáceo en medio del mar. En fin, nunca se sabe.
   
Aun en medio de la oscuridad y algo apresurada para no llegar tarde a su primera clase del lunes por la mañana, la chica entra a la ducha, toma un baño rápido y cepilla sus dientes con el líquido previamente tratado e incluso  desviado de su trayecto natural. ¿De dónde exactamente vendrán las gotas que ahora recorren su cuerpo?, es curioso que casi todo lo que nos rodea y hasta nuestro ser contenga una porción de agua y seamos tan poco consientes de su importancia excepto, cuando nos hace falta.   
  
 La chica  empacó lo que pudo palpar con sus manos en medio de la oscuridad como es casi el vicio del trajín diario de sus días y salió presurosa de su casa.

Ahora es casi medio día, los transeúntes corren apurados por el calor cargante que colorea sus hombros y cuya intensidad apenas si logra disminuir por una que otra solitaria nube blanca de forma graciosa que cruza despreocupadamente el cielo brillante ,interponiéndose en el camino de los rayos del bien llamado astro rey. Todo el mundo se queja del calor pero ¿Qué?, harían lo mismo si lloviera, jamás están satisfechos cuando se trata del clima, comenta un vendedor de dulces que pasa por su lado.

La chica espera en la sombra proporcionada por un magistral Tulipán Africano  cuyas ramas son ligeramente agitadas por el paso del aire, y digo ligeramente porque en verdad parecía que ese oso blanco de los vientos hubiera perdido su ferocidad por un tiempo, en realidad si se movía una hoja podría ser asunto de los deseos insatisfechos de aquel que hiciera ocio contemplativo del mencionado árbol.

Ella sin saberlo, asiste al funeral de un manojo de góticas encharcadas a sus pies, aquellas que la noche anterior habían caído violentamente sobre el pavimento y que por desgracia no pudieron alcanzar el drenaje por falta de inclinación en el diseño de la acera y porque además ninguna pájaro quiso saborearlas al haber perdido su elegante transparencia. Otro manojo de gotas que se encontraban sobre la calle con la misma suerte, fueron arrojadas con braveza a aquel evaporoso funeral por el paso apresurado de un destartalado Renault 4 que seguramente, no aprobó la revisión técnico mecánica y de gases, pues dejo el aire teñido de un común color grisáceo  y cuyo conductor bebía agua embotellada mientras maniobraba su vehículo dejando derramar el preciado líquido por su mentón; aquel que la joven chica ansiaba en su garganta.

Se hizo tarde y cansada de esperar, decidió seguir su camino lejos del cobijo de aquel árbol cuyas raíces  probablemente también sedientas intentan absorber un poco de agua. Ella entra a un restaurante al lado de un hermoso lago en el que se divierten patos y personas por igual.  

Al salir de allí, alguien la sorprende y le dice: Hola, ¿cómo estás?, a lo cual ella responde: bien y ¿tú? Bien… Y un silencio de unos cuantos segundos  sonroja un par de mejillas al cruzarse los ojos.

No sé porque será pero cuando esto sucede solo queda un tema de discusión con unas cuantas frases típicas que conforman la librería del lenguaje cotidiano, y todas tienen que ver con el pronóstico climático:

¡Ay! que calor el que está haciendo.  ¿No tendrás una sombrilla por ahí? Parece que otra  vez el IDEAM acertó en el pronóstico del tiempo.

Eso sí que es una novedad, y ¿tu sombrilla?, Ella miró en su  bolso, esculcó todo lo que pudo, agacho la cabeza y se hizo a si misma dos preguntas: ¿qué hacen aquí las medias de ayer? y  ¿dónde está mi sombrilla?. 

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