Y la historia de este objeto, mmmm… no es nada del otro mundo, llego a mí en una época difícil de mi vida, en fin, yo estudiaba enfermería, y no me iba mal, pero definitivamente no era lo mío, así que me preguntaba que iba a hacer con los próximos 60 años de existencia.
Una de las clases que tenía (era como de ética o algo así) la dictaba un profe un poco exotérico – medio brujo y nos ponía hacer árboles de la prosperidad y cosas por el estilo, en todo caso el último día que lo vi llevaba unas tarjeticas que supuestamente eran “de los ángeles” y me dijo que sabía que yo necesitaba una, entonces las organizó sobre una mesa con la cara hacia abajo para que yo pasara la mano sobre ellas y cogiera aquella en la que sintiera un calorcito.
Yo pase la mano y pues no sentí ningún “calorcito”, la pase otra vez y nada; como que si, como que no… pero bueno, ya me estaba poniendo nerviosa semejante ritual tan inesperado.
Finalmente me decidí por una; la tarjetica decía: “Confiar”, ¿Confiar?, un lleno de preguntas existencialistas y este sumándole una más, yo esperaba que dijera algo más específico, no sé… como: ¡Cámbiate pues de carrera! y así lo hice.
jajaja, que buena historia, casi siempre estamos esperando fórmulas mágicas para vivir y... nos vamos a quedar esperando.
ResponderEliminarQue buena palabra la que te regalaron y la que nos compartis, sobre todo en este mundo donde la desconfianza reina.
Marta Salazar
confiar...
ResponderEliminarJA! confiar...
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